Conquistas romanas

evolucion de las fronteras del imperio romano

Inicios de Roma

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Ubicación de Roma en el Lacio

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Italia Preromana

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Italia Romana

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Organización de Italia 

1. El territorio romano.
Es aproximadamente un quinto del total itálico: Lacio, Campania, Etruria Sur, Montes Sabinos, Ager Gallicus y Piceno (en la fachada adriática). Se divide en 35 tribus administrativas (31 “rústicas” y 4 “urbanas”) y constituye el territorio propio de la civitas Roma. En su interior, las otras poblaciones son meros municipia, con autonomía meramente administrativa (o ni aun eso, como la Sabina). Los cives Romani que lo pueblan poseen la civitas Romana optimo iure, con todos los derechos civiles y políticos: ius suffragii, ius conubii, ius commercii, ius honorum. Hay así mismo cives sine suffragio. En este ager Romanus se crean coloniae civium Romanorum casi todas costeras y con funciones de vigilancia (Ostia, Terracina, Minturno, Antium, Pisaurum).

2. Territorio de los aliados (socii).
Es cuatro veces mayor que el anterior. Los socii son extranjeros (peregrini) aunque favorecidos con leyes propias y administración autónoma, obligados con la superior entidad, maiestas, y supremacía de Roma. Acatan su tutela militar, sus guarniciones y renuncian a una política exterior propia. A menudo, algo de su ager se ha convertido en ager publicus Romanus. Entre los cives y los socii están los Latini (ius Latii= ius conubi + ius commercii), especie de aliados distinguidos a modo de cives sine suffragio, careciendo del ius provocationis ad populum. Inicialmente son los miembros de la liga latina y, luego, ciudadanos de la baja plebe romana instalados como propietarios de tierras en la parte pública del territorio aliado, en asentamientos que se denominan coloniae pero que no Latinae y no civium Romanorum. A cambio de este acceso a la posesión del suelo público, que han de cultivar y defender, se les merman sus derechos plenos asiminándolos a los antiguos latinos sine suffragio.

3. Las colonias latinas.
En un momento dado sustituyen a las coloniae civium Romanorum por ser políticamente menos gravosas para Roma (se elimina ciudadanía plebeya relativamente hostil y se asientan romanos –exromanos– en lugares convenientes en los que pueden vivir de sus tierras. Entre el 338 y el 265 se fundan veintitrés colonias de derecho latino, con más de 80.000 coloni de origen romano. En un mapa se ve bien el valor estratégico de estas colonias y su relación con las vías más importantes: Fregelas, Benevento, Venusa, Hadria, Ariminum, Spoletum, Alba Fucens, etc. Desde el 268 Roma opone fuertes dificultades a los Latini: pérdida del ius conubii y restricciones de residencia en la Urbs Roma. El dispositivo de la colonización se basa en la vías Appia, Latina, Aurelia (costa toscana) y Flaminia (Tíber).

Proceso de Expansión roman

3º Guerra Punica

En este período siglo V a. C. se agudizó el conflicto patricio-plebeyo, y estos últimos van conquistando crecientes derechos. Se logra la creación del tribunado y edilidad plebeyos, luego del retiro al monte Sacer (495 a. C.), culminando sus conquistas con la llegada del plebeyo Tiberio Coruncanio al Pontificado máximo (300 a. C.).

1º Guerra Punica

Roma se extendió por las conquistas, sobre todo, luego de las guerras púnicas, contra Cartago. Las continuas guerras implicaron el empobrecimiento de la población, por los altos tributos que debían abonarse, para mantener los ejércitos. Los campesinos debieron desprenderse de sus tierras, a favor de los patricios, formándose grandes latifundios. Las reformas agrarias, que intentaron realizar los hermanos Graco, resultaron infructuosas, quedando el pueblo dividido en tres grupos: a) La aristocracia terrateniente, b) Los acaudalados comerciantes y c) El proletariado empobrecido.

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En los últimos años de la República, se produjeron guerras civiles, originadas por la aparición de dos caudillos, con intereses contrapuestos: Mario y Syla.

En el año 100 a. C., el Cónsul Cayo Mario, se inclinó por la defensa de los intereses de la nobleza, luego de haber sido defensor de la plebe, cayendo su gobierno en el desprestigio.

En el año 90 a. C., Syla, de origen noble, ex lugarteniente de Mario, fue proclamado por el Senado, Dictador, encargado de dictar leyes y organizar la Constitución.

En el año 60 a. C. se formó el Primer Triunvirato, conocido con el nombre de “Monstruo de tres cabezas” formado por Julio César, el estadista, Pompeyo, el militar, y Crasso, el capitalista. Crasso murió y Pompeyo intentó derrocar a Censar, pero éste lo derrotó en los campos de Farsalia (48 a. C.).

Julio César asumió el mando, siendo designado dictador perpetuo, asumiendo paulatinamente, todo los poderes, hasta convertirse en el Divino Protector de Roma.

Julio César fue asesinado en el año 44 a. C., disputándose a sucederlo, Marco Antonio, amigo y colaborador de César, y Cayo Octavio, que había sido adoptado como hijo por Censar. Ambos formaron junto a Lépido, el Segundo Triunvirato.

Eliminado Lépido, Antonio y Octavio, se repartieron los territorios, correspondiéndole a Antonio el Oriente y a Octavio el Occidente, pero en la batalla de Actium, Octavio venció a Antonio, quedado como jefe absoluto. Así comienza el Imperio, en el año 27 a. C. con la asunción de Octavio como emperador, con el título de Augusto.roceso

Expansión romana

 El Ascenso de Roma (Según Polibio)

El tema sobre el que intentamos tratar es un único hecho y un único espectáculo, es decir, cómo, cuándo y por qué todas las partes conocidas del mundo conocido han caído bajo la dominación romana. Esta tiene un principio conocido, una duración delimitada y un resultado notorio, de modo que creemos que va a ser útil recordar y recapitular brevemente las partes principales de este período, ordenadas de principio a fin. Es de suponer que así, más que de otro modo, se proporcionará a los estudiosos una visión adecuada del conjunto de nuestra empresa. En efecto, dado que el espíritu progresa mucho si desde el todo llega al conocimiento de los asuntos en detalle, y mucho también si desde éstos avanza en el conocimiento de la totalidad, creemos que el mejor método y visión es el que se hace desde ambas perspectivas. Por ello trazaremos un esquema preliminar de nuestra historia de acuerdo con lo apuntado.
Ya hemos señalado la forma y los límites de esta investigación. Por lo que se refiere a los hechos concretos ocurridos en ella, se empezará por las guerras ya citadas, y su final coronamiento lo constituirá la destrucción del reino de Macedonia; el tiempo abarcado son cincuenta y tres años, período que comprende acciones tan numerosas y de tanta envergadura que, en un lapso igual de tiempo, no se han dado jamás en épocas anteriores. Tomando como punto de partida la Olimpíada ciento cuarenta, en la exposición se seguirá el orden siguiente.
Tras exponer las causas por las que estalló la guerra ya citada entre cartagineses y romanos, llamada Anibálica, se describirá la invasión de Italia por parte de los cartagineses, cómo arruinaron la dominación romana e infundieron a aquéllos un gran temor por sus vidas y por los fundamentos de su patria, mientras que los mismos cartagineses llegaron a abrigar grandes e imprevistas esperanzas de tomar por asalto la misma ciudad de Roma.
A continuación intentaremos explicar cómo, en esta época Filipo de Macedonia libró una guerra contra los etolios, tras la cual dispuso los asuntos de Grecia y se lanzó a compartir las esperanzas de los cartagineses. Antíoco y Ptolomeo Filopátor andaban a la greña y, al final, estalló entre ellos una guerra por la posesión de Celesiria. Los rodios y Prusias declararon la guerra a los bizantinos y les forzaron a cesar en el cobro de peaje a los que navegaban hacia Ponto.
Aquí detendremos nuestra exposición y trataremos de la constitución romana; demostraremos luego que las características de esta constitución contribuyeron, al máximo, no sólo a que los romanos dominaran Italia y Sicilia, sino también a que extendieran su imperio a los iberos y a los galos, y además a que, tras derrotar militarmente a los cartagineses, llegaran a concebir el proyecto de dominar el universo.
Paralelamente a todo ello aclaremos, en una digresión, el derrocamiento de la tiranía de Hierón en Siracusa. Enlazaremos con estos temas los disturbios ocurridos en Egipto, la coalición, efectuada tras la muerte del rey Ptolomeo, de Antíoco y Filipo para repartirse el imperio legado al joven príncipe heredero, y cómo empezaron las insidias y manejos de Filipo contra Egipto, Caria y Samos, y las de Antíoco contra Celesiria y Fenicia.
A continuación, tras una recapitulación de las operaciones de romanos y cartagineses en Hispania, en África y en Sicilia, desplazaremos nuestra exposición a tierras de Grecia, con los grandes cambios que hubo. Narraremos las batallas navales de Atalo y de los rodios contra Filipo y la guerra de éste contra los romanos, cómo se desarrollaron, sus causas y su desenlace. A esto añadiremos, sin interrupción, el recuerdo de la cólera de los etolios, con la que arrastraron a Antíoco y, desde el Asia, encendieron una guerra contra aqueos y romanos.
Después de aclarar sus causas y el paso de Antíoco a Europa, explicaremos, en primer lugar, cómo consiguió huir de Grecia; en segundo lugar, cómo, derrotado, abandonó los territorios que están a este lado de la cordillera del Tauro. En tercer lugar, cómo los romanos, tras haber humillado la soberbia de los galos, se aprestaron a dominar, sin admitir rivales, los territorios asiáticos y liberaron a los habitantes de la parte hacia acá del Tauro, del terror de los bárbaros y de la injusticia de los galos. Seguidamente, tras poner la vista en los desastres de etolios y cefalenios, entraremos en las guerras que Eumenes trabó contra Prusias y los galos; igualmente, en la guerra que hubo entre Ariarato y Farnaces. Luego haremos mención de la pacificación y concordia que reinó en el Peloponeso, así como del auge de la república de Rodas, y ofreceremos un resumen de toda nuestra exposición y de las acciones que contiene. Finalmente, trataremos la expedición de Antíoco Epifanes contra Egipto, la guerra persa y el derrumbamiento del imperio macedonio. Paralelamente a todo ello se irá viendo cómo manejaron los romanos cada asunto y cómo lograron someter todo el mundo a su imperio.
Si por sí solos los éxitos o los fracasos permitieran emitir un juicio suficiente sobre los hombres o los gobiernos, despreciables o laudables, según el programa inicial nosotros deberíamos pararnos aquí y concluir simultáneamente nuestra exposición e historia con las acciones citadas en último lugar. En efecto: el lapso de los cincuenta y tres años termina en ellas, y el progreso y el avance del imperio romano ya había culminado. Además, daba la impresión de que era notoria e ineludible para todos la sumisión a los romanos y la obediencia a sus órdenes. Pero los juicios sobre vencedores y vencidos extraídos simplemente de los propios combates son insuficientes. Lo que muchos han creído un triunfo insuperable, si no se explotó con acierto ha comportado grandes desastres, mientras que a no pocos que han soportado con entereza las desgracias más escalofriantes, éstas han acabado por convertírseles en ventajas. A las acciones mencionadas habría de añadirse un juicio sobre la conducta posterior de los vencedores, sobre cómo gobernaron el mundo, la aceptación y opinión que su liderazgo tenían los demás pueblos; se deben investigar, además, las tendencias y ambiciones predominantes en cada uno, que se impusieron en las vidas privadas y en la administración pública.
Es indiscutible que por este estudio nuestros contemporáneos verán si se debe rehuir la dominación romana o, por el contrario, si se debe buscar, y nuestros descendientes comprenderán si el poder romano es digno de elogio y de emulación, o si merece reproches. La máxima utilidad de nuestra historia, en el presente y en el futuro, radica en este aspecto. No hay que suponer que, ni en sus dirigentes ni en expositores, la finalidad de las empresas sea vencer y someter a todos. Nadie que esté en su sano juicio guerrea contra los vecinos por el sólo hecho de luchar, ni navega por el mar sólo por el gusto de cruzarlo, ni aprende artes o técnicas sólo por el conocimiento en sí. Todos obran siempre por el placer que sigue a las obras, o la belleza, o la conveniencia.
Por eso la culminación de esta historia será conocer cuál fue la situación de cada pueblo después de verse sometido, de haber caído bajo el dominio romano, hasta las turbulencias y revoluciones que, después de estos hechos, se han reproducido. En vistas a la importancia de las acciones que entonces se desarrollaron y al carácter extraordinario de los acontecimientos, pero también -y esto es lo más importante- en razón del hecho de que yo he sido no solamente espectador, sino unas veces colaborador y otras dirigente, he emprendido la redacción, por así decir, de una historia nueva, tomando un punto de partida nuevo también.
Los trastornos a que me refería son los siguientes: los romanos hicieron la guerra a los celtíberos y a los vacceos, mientras que los cartagineses guerrearon contra Masinisa, rey de Libia. En Asia, Atalo y Prusias se combatían mutuamente y el rey de Capadocia, Ariarates, expulsado de su trono por Orofernes con la ayuda del rey Demetrio, recuperó el reino que le legara su padre apoyado por Atalo. Por otro lado, Demetrio, hijo de Seleuco, tras reinar en Siria durante doce años, perdió a la vez la vida y el imperio, al coaligarse contra él los demás reyes. Y también los romanos levantaron la acusación de que habían sido objeto los griegos inculpados en la guerra de Perseo y les reintegraron a sus países. Y los mismos romanos atacaron, poco tiempo después, a los cartagineses, con propósito, primero, de forzarles a expatriarse, y, después, de aniquilarles totalmente, por las causas que se expondrán a continuación. Paralelamente a estos hechos, al romper los macedonios la amistad con los romanos y abandonar los lacedemonios la Liga aquea, inició el proceso que conduciría a la ruina total de Grecia.
Polibio, Historias, III 1-5, traducción de Manuel Balasch, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1981.